Dos pasos para un milagro: Orar y creer…
1.- Lectura Bíblica: Lucas 8:50-56
2.- Versículo para memorizar:
“Pero Jesús la tomó de la mano y le dijo: — ¡Levántate niña!. Ella volvió a la vida e inmediatamente se levantó. Sus padres estaban muy asombrados...” (Lucas 8:56. Versión: “Nuevo Testamento: la Palabra de Dios para todos”).
3.- Reflexión en la Palabra de Dios:
La noticia acerca de que su hijo era adicto a las drogas, se la trajo una vecina. No se percató personalmente, le contaron. Y no fue una vez, sino en dos ocasiones. No había margen a dudas. Incluso, podía traer testigos.
Alba Inés sintió un vacío en su estómago y todo alrededor dio vueltas. No podía concebir que le dijeran de algo así. Sencillamente era inconcebible y así lo dijo a la mujer que le miraba con evidentes gestos de conmiseración. También era madre y comprendía el dolor que el embargaba.
Por su mente pasaron mil ideas. Como si estuviera en el momento más intenso de una partida de ajedrez, calculó todas las posibilidades. Midió los alcances de cada jugada. Imaginó qué podría ocurrir en cada caso. Finalmente se inclinó por la oración. Sólo Dios podía ayudarla en tales circunstancias.
Clamó delante del Señor con desesperación, como si tuviera frente a sus ojos una tabla que traería salvación a su vida en medio de un océano tormentoso. Por momentos sintió desfallecer, pero tras recordar lo que había leído en la Palabra, reemprendía su búsqueda de Aquél que todo lo puede en oración.
Cierto día su hijo, que jamás acostumbraba ir a ningún servicio religioso, fuera católico o evangélico y quien por cierto rehuía todo tema sobre Dios, le anunció que iba a un culto. Le advirtió sin embargo que no se hiciera muchas esperanzas.
Habían transcurrido varias semanas desde que la mujer intercedía y esa noche se produjo la respuesta divina. Cuando terminó el mensaje, el predicador hizo una invitación a hacer decisión de fe. Y Andrés aceptó a Jesucristo como su único y suficiente Salvador. Desde entonces su vida fue diferente.
No necesitó terapia ni programas encaminados a abandonar las drogas, el alcohol o el cigarrillo. Fue un proceso rápido. Dios hizo su parte...
A diferencia de quienes consideran que los milagros sólo tuvieron validez en la época apostólica, estamos convencidos que son para nuestro tiempo porque el poder de Dios es ilimitado y sigue manifestándose en su pueblo hoy día.
Solo basta creer y dejar de lado toda sombra de duda. En cierta ocasión el Señor Jesús atendió el llamado desesperado de Jairo, un dirigente de la sinagoga en Galilea, cuya hija estaba muy grave. Estaban en tal diálogo cuando alguien les informó que la jovencita había muerto.
“Cuando Jesús escuchó esto, le dijo al dirigente de la sinagoga: — No tengas miedo. Solamente ten fe y ella será sanada. Jesús llegó a la casa. Solo dejó entrar a Pedro, Juan, Santiago y los padres de la niña. Toda la gente estaba llorando y lamentándose por ella. Jesús les dijo: — Dejen de llorar. Ella no está muerta, sólo está dormida. Entonces todos se burlaron de él porque sabían que la niña ya estaba muerta. Pero Jesús la tomó de la mano y le dijo: — ¡Levántate niña!. Ella volvió a la vida e inmediatamente se levantó. Sus padres estaban muy asombrados...” (Lucas 8:50-56. Versión: “Nuevo Testamento: la Palabra de Dios para todos”).
Es natural que, al orar por un milagro, nos amenacen la duda y el temor. Son dos elementos negativos que necesitamos abandonar cuando clamamos. Si tan solo nos decidimos a avanzar, sin mirar atrás, solo creyendo, las barreras que encontremos delante de nosotros caerán. ¿La razón? Nuestra fe se fortalece en Jesús, nuestro poderoso capitán.
La vida debe edificarse diariamente y en esa misma dirección, aprender a depender de Dios para todo cuanto hacemos. Es lo que nos torna victoriosos en todas las áreas de nuestra existencia, incluyendo por supuesto, el ámbito familiar.
No podría despedirme sin antes decirle que la mejor decisión que jamás pueda tomar es recibir a Jesucristo como su Señor y Salvador. Podemos asegurarle que no se arrepentirá. ¡Ábrale hoy las puertas de su corazón a Jesús el Señor!
4.- Preguntas para el crecimiento personal y espiritual:
a.- ¿Por qué podemos afirmar con certeza hoy que los milagros no terminan?
b.- ¿Por qué debemos abandonar la duda y el temor?
c.- ¿Qué nos dice respecto a la duda y el temor el pasaje Escritural de Lucas 8:50-56?
d.- ¿Considera que hay milagros que no ocurrieron en su vida? ¿Podría dar una razón?
e.- ¿Está dispuesto a dar pasos sólidos en procura de alcanzar un milagro, orando sin cesar?
Publicado en: Devocionales Diarios
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